El polvo es la prueba de la contradicción que Beijing vive en este momento.
Cualquier ciudad, si se le presta atención, tiene múltiples contradicciones en su seno. Hagamos un zoom al monumento de las contradicciones en Beijing, a saber, el polvo.
Cuando me levanto en la mañana, prendo la computadora, la dejo y cuando vuelvo, me encuentro con capas de polvo equivalentes a una quincena o un mes de abandono. ¿Cómo puede ser posible eso?
El polvo, en Beijing, es el hijo bastardo del proyecto de modernización china. La construcción de una ciudad nueva tiene consecuencias sorprendentemente tangibles. Todo se construye en Beijing, todo se derriba y vuelve a levantar. Ver grúas es más frecuentes que ver perros en la calle.
Líneas de metro sub y supra terráneo, departamentos, oficinas, fraccionamientos, lagos y ríos artificiales, supermercados y más, se construyen en este paraje. Hay ruido, obreros y camiones propios de la construcción. Pero más que todo eso, hay polvo en el aire de toda la ciudad.
Restaurantes, tiendas, camiones y carros tienen polvo. Las hojas de los árboles, la ropa secándose o escurriendo, todos y cada uno de los cristales de cualquier lugar, tu propio pelo, cara y todo rincón, superficie u objeto dentro de una casa. Si dejas un vaso con agua en la mañana, por la tarde el agua no será la misma. El polvo es omnipresente. Imagino que si guardásemos el polvo en bolsitas de 1/2 kilo, seguramente, no habría suficientes manos chinas para cargarlas.
Un efecto del polvo –de tantos- es el envejecimiento acelerado de las cosas y de los seres vivos. Los edificios y las casas se ven empolvados. Las partículas desgastan y van carcomiendo las cosas. Así, la modernización desemboca en envejecimiento. Surgen novedades que con el paso de muy poco tiempo se cubren por el manto paradójico que son la tierra y la arena.
El Gobierno dice: “En el 2007 se detendrá toda construcción sin importar el estado en que se encuentre”. Todo se inmovilizará, todo se parará. El polvo deberá reposarse a lo largo de 1 año para que en las Olimpiadas todo esté como los chinos quieren mostrarse al mundo.
Si el polvo sigue su naturaleza y nadie intenta contrarrestarlo,
esta ciudad no brillará en su propia fiesta.
Cualquier ciudad, si se le presta atención, tiene múltiples contradicciones en su seno. Hagamos un zoom al monumento de las contradicciones en Beijing, a saber, el polvo.
Cuando me levanto en la mañana, prendo la computadora, la dejo y cuando vuelvo, me encuentro con capas de polvo equivalentes a una quincena o un mes de abandono. ¿Cómo puede ser posible eso?
El polvo, en Beijing, es el hijo bastardo del proyecto de modernización china. La construcción de una ciudad nueva tiene consecuencias sorprendentemente tangibles. Todo se construye en Beijing, todo se derriba y vuelve a levantar. Ver grúas es más frecuentes que ver perros en la calle.
Líneas de metro sub y supra terráneo, departamentos, oficinas, fraccionamientos, lagos y ríos artificiales, supermercados y más, se construyen en este paraje. Hay ruido, obreros y camiones propios de la construcción. Pero más que todo eso, hay polvo en el aire de toda la ciudad.
Restaurantes, tiendas, camiones y carros tienen polvo. Las hojas de los árboles, la ropa secándose o escurriendo, todos y cada uno de los cristales de cualquier lugar, tu propio pelo, cara y todo rincón, superficie u objeto dentro de una casa. Si dejas un vaso con agua en la mañana, por la tarde el agua no será la misma. El polvo es omnipresente. Imagino que si guardásemos el polvo en bolsitas de 1/2 kilo, seguramente, no habría suficientes manos chinas para cargarlas.
Un efecto del polvo –de tantos- es el envejecimiento acelerado de las cosas y de los seres vivos. Los edificios y las casas se ven empolvados. Las partículas desgastan y van carcomiendo las cosas. Así, la modernización desemboca en envejecimiento. Surgen novedades que con el paso de muy poco tiempo se cubren por el manto paradójico que son la tierra y la arena.
El Gobierno dice: “En el 2007 se detendrá toda construcción sin importar el estado en que se encuentre”. Todo se inmovilizará, todo se parará. El polvo deberá reposarse a lo largo de 1 año para que en las Olimpiadas todo esté como los chinos quieren mostrarse al mundo.
Si el polvo sigue su naturaleza y nadie intenta contrarrestarlo,
esta ciudad no brillará en su propia fiesta.
7 comments:
Muy chido. Sigue.
Tx
En ese afán por descrubrir los fenómenos del urbanismo regio, platicaba con un taxista que me decía, sobre la Plaza Alameda de MTY: "...en ese lugar antes iba uno, era de puro regio, pero ahora ni te puedes parar porque está lleno de chiapanecos, guatemaltecos y gente de esa; ellos han creado su propio lugar y ahora ni los regios podemos ir..."
¿Auto-exclusión social del taxista o, efectivamente, un fenómeno del urbanismo moderno? Quizás se trate de una periferia que vive internamente en el centro.
quisiera primero felicitarte y luego transmitirte mis inquietudes.
yo creo en la ciudad pero no en el urbanismo. me gusta entenderla como un organismo vivo, conformado por tejidos. y eso debe surgir de los tejedores, del propio edificio (la arquitectura que hace ciudad) y no del plan. un problema de la ciudad moderna es que ha perdido esa capacidad de sorpresa, todo está preocupantemente estandarizado, optimizado, ingenierilizado. los espacios modernos han dicho adios al mercadillo, a los músicos callejeros, al clochard y a la puta. han dicho adios al misterio y a las ánimas. hablan de calidad de vida, pero precisamente han perdido la capacidad de generarla.
mi deber como estudiante de arquitectura es preguntarme cómo recuperar el espíritu de la polis. saber qué piensas tú y los que te leen me interesa. seré un habitual.
un saludo
Lans, gustazo saber de ti, de tus ideas.
Cristian, seguramente conoces a don Rulo, locutor de radio, tiene uno de los programas más escuchados en la ciudad, lo curioso es que no está dirigido a los nativos sino a los foráneos. El estandarte del programa es, por mucho, la Alameda –mismo lugar donde mis abuelos se conocieron.
Aquí voy:
Yo creo que el urbanismo es muy capaz de crear el ambiente propicio para que arquitectos logren lo que Lans comenta. Para mí, el urbanismo no tiene razón de ser rígido -aunque así se ha manifestado en tantos lugares- sino, más bien, holístico y vinculador.
Me parece que las ciudades siempre SON –del verbo ser- y no tienen contemplaciones al respecto. Ningún plan maestro destruye las manifestaciones de la polis, puede jugar con ellas pero éstas, siempre seguirán su curso natural a pesar de barreras extrañas. La ciudad es como el agua -abrazo a aquel condominio en Madrid, y un urbanista que no sepa detectar la dirección de esa afluente, sólo logrará entorpecer y complicar el camino, nunca cambiarlo.
Aquí, el potencial del buen urbanismo. Al darse una lectura precisa de un asentamiento humano, se contará con herramientas poderosísimas para el mejoramiento social. No intento decir que esto sea fácil, sí que es posible.
Por esto, no creo en la anarquía del “cada quien construya lo que le venga en gana y como le venga en gana”. Debe existir un consenso sociopolítico que establezca un marco de creación y desarrollo para todo potencial agente de una ciudad.
Entonces, de no haber urbanismo, puede argumentarse, las ciudades se desenvolverían naturalmente y sin problema. No lo creo, toda dinámica urbana arroja problemas y retos, de no ser así, es probable que la ciudad esté muerta. Si se practica un laissez-faire urbano, pueden dejarse pasar en el camino recursos valiosísimos dado el naturalismo de la situación. Sería como actuar al día sin importar el mañana, es seguro que sobreviviremos pero si supiéramos el destino, tendríamos conciencia de nuestra ruta, al tener ésta, se minimizan los esfuerzos y maximizan los factores.
En algunas semanas busco publicar un artículo que habla de la flexibilidad organizada y de la rigidez de la improvisación.
Cierro con el señor Koolhaas.
"(Beijing is in) danger of becoming an ultramodern wasteland of architectural mediocrity"
sí, es cierto. el laissez-faire fue un error histórico y hay que aprender de ello. me alegro que hayas mencionado a koolhass porque precisamente él habla de cómo es el edificio el que debe hacer ciudad. sé que esto no está en la cabeza de todos los arquitectos y por eso es inevitable fijar unas pautas, unos mínimos...pero también creo que el plan debiera ser flexible y aceptar variaciones ante un buen proyecto. la normativa urbanística roza en ciertos casos lo ridículo y provoca que el arquitecto tenga la dicional tarea de bailar con las normas y marearlas hasta hacerlas tropezar (siempre que seas astuto y un buen bailarín, claro, pero lo cierto es que hay muchos buenos proyectos que se han visto truncados y empobrecidos por la administración hasta reducirlos a un sin sentido)
tengo ganas de leer el articulo. suena interesante. gracias luis
Los comentarios tardarán un poquito en aparecer porque puse un filtro para todo el spam que está entrando en los blogs. El filtro no es muy bueno pero es lo único que hay, estoy probando, pero no me agrada mucho. Les pido algo de paciencia. Y les agradezco mucho, Lans, sus comentarios.
esto de acuerdo contigo, vivi unos dias en beijing y la contaminacon es terrible, hr hablado poco contigo, pero me encanta tu manera de expresarse y lo centrado de tus opiniones y pensamientos, me siento orgulloso de un sobrino co mo tu y te deseo que triunfes en ese nuevo terreno tam amplio y al mismo tiempo tan arido. Recibe u abrazo. Ti tio Jaime
xibe
we tirnufw
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